BLAIR
Confiar en un desconocido era complicado, pero mentiría si dijera que eso era lo único que ocupaba mi mente.
Los niños se despertaron y me puse a jugar con ellos. Eran chicos muy entretenidos y curiosos que no temieron preguntar si sería la esposa de su «tío Dom», a lo que tuve que dar algunas evasivas.
Dominik llegó a eso de las seis, se veía normal, y cenamos con calma. Tras la cena jugué un rato con Ray y sus «amiguitos», pero al ver de nuevo el ambiente sentí una pesadez enorme en el pecho que no supe cómo identificar.
¿Eran sus risas?
Tuve que levantarme de la alfombra y me encogí un poco en mí misma.
—Blair, ¿te sientes bien? No tienes muy buena cara —murmuró Hannah con gesto preocupado.
Eso atrajo la atención de los demás, que me miraron curiosos. Probablemente todos menos Dominik sabían que no me encontraba bien desde la tarde.
Negué con la cabeza.
—No, no… estoy bien, no te preocupes. —Le di mi mejor sonrisa, aunque estuviera un tanto apagada—. Solo me dio un poco de ma