Un hilo de sangre descendió por la mandíbula de Michael y se impregnó en el inicio de su camisa, haciendo que su rostro se tornara rojo y sus ojos oscuros.
—¿Qué demonios te ocurre? —preguntó, intentando incorporarse, pero otro golpe, esta vez en su mandíbula, lo hizo voltear la cara de inmediato.
Christopher parecía un toro enfurecido, con las cejas arqueadas y el rostro oprimido.
—¿Qué demonios me ocurre? ¡Te robaste a mi esposa y me preguntas eso! ¡Eres un maldito ladrón! ¡Ladrón! —exclamó, logrando que las personas a su alrededor lo miraran con asombro.
Alisson estaba pálida, intentando que los hombres que parecían dos demonios en guerra la escucharan, pero no lo hacían. Michael se estabilizó y, con una calma que parecía planeada, se quitó el chaleco y la corbata, preparándose para el combate.
—Sí, te la quité, y no te la voy a devolver porque no la mereces, hijo de perra —dijo Michael, esperando el siguiente golpe.
Los flashes de las cámaras iban directos a ellos. Las revistas, t