Lucrecia se topó a Ignacio en el pasillo de la casa, ya era casi las 8 de la noche, ella lo observó de arriba abajo, estaba vestido totalmente de negro, con un suéter de cuello alto, jean y botas.
—Vas a salir a esta hora?
—Si tía.
—Y a donde vas así?
—¿Así cómo?
—Es obvio que no vas a reunirte con tus amigos.
—¿Por qué siempre tengo que darte explicaciones de todo lo que hago?
—Es que me parece extraño que vayas a salir vestido así.
—Mejor me voy.
Lucrecia pareció ser una tía entrometida, pero en sus adentros ella presintió que algo extraño sucedía con Ignacio. Preocupada se acercó a un altar que tenía y rezó por su sobrino.
Silvia estuvo un rato en el área de la piscina, había salido a fumar y a esparcir la mente. Más tarde regresó a la casa.
Cuando entró se dirigió a la sala para tomar las escaleras al segundo piso. Cuando subió, desde el pasillo oyó a Mari Ángel hablando, creyó que la niña se había levantado y estaba jugando con sus muñecas; entonces entró a la habitación, su rost