Ignacio llegó al auto, iba algo alterado, subió al asiento del copiloto y se abrochó el cinturón de seguridad. La luz de adentro estaba encendida porque Mari Ángel quería ver su elefante.
Cassandra notó la cara de consternación que Ignacio traía; volteó hacia él, lentamente estiró el brazo y tocó su muslo, para ayudarlo a sentirse mejor le dijo:
—Acabas de lograr por lo menos el setenta por ciento de todo el plan. —Ignacio tenía la mirada hacia la nada y no respondió a su comentario. Varios segundos después le dijo:
—Vámonos de aquí.
Volteó a mirar a Mari Ángel, Cassandra también y sonrió.
Mari Ángel le dijo:
—¿Dónde está mi mamá?
—Después podrás verla, ahora vamos a casa —La niña chilló:
—¡Quiero ir con mi mamá! —Ignacio estaba alterado y le habló con dureza:
—Ya te dije que después.
Mari Ángel se puso a llorar, él reflexionó.
—Perdón, ven para acá mi amor. —Extendió sus brazos y la cargó, suspiró en silencio y puso una falsa sonrisa.
—¿Te gustaría comer helado de fresa? —Mari Áng