La inauguración del centro fue un éxito, los medios endiosaban a Anuar, casi lo posicionaban como un santo, así que yo también era la dulce esposa benéfica que veía por los más necesitados.
Yo realmente no hacía nada más que arreglarme y sonreír en las fotografías, así que se sentía como una estafa empezando porque mi matrimonio era una farsa.
Dentro de los asistentes estaban los primeros pacientes en verse beneficiados por el nuevo programa, muchos de ellos me agradecían y no me quedaba de otra más que asentir y darle mucho crédito a Anuar.
Algo dentro de mi cabeza no me permitía estar tranquila y no era la farsa como tal, si no la noticia de la que me enteré recientemente: Giovanni Ricci, el hombre al que vimos en Mónaco lavaba dinero. Claro que había hecho mi investigación y resultó que le lavaba dinero a un criminal altamente buscado y conocido como “Antocha”, el tipo era un jefe sanguinario, además de que traficaba drogas. Aún no se sabía su paradero, una periodista independiente