La maestra de música

Mi primer día en el orfanato fue un caos, sobre todo porque mi capacidad para organizarme nunca supe desarrollarla. Y porque el puesto en el que me posicionaron me rebasaba y por mucho.

¿Quería gritar y salir corriendo? Sí, definitivamente, pero no podía acobardarme ahora.

Tenía una carpeta con los horarios de las maestras, los salones asignados y las listas de alumnos. Al ser supervisora, mi trabajo consistía en cerciorarme de que las clases se impartían de la forma correcta, que las forma de enseñar fuera la más adecuada y revisar que los niños, además de aprender, la pasaran bien (dentro de lo que cabe para un orfanato).

Tenía el conocimiento, era una realidad, pero también estaba consciente de que mi experiencia nula no ayudaba. Cualquier duda que me surgiera inmediatamente la buscaba en internet y podría sonar tonto, pero hasta me costaba trabajo usar los programas de bases de datos.

Para el final del día me sentía tan agobiada, que solo por un segundo me arrepentí de haber pedid
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