—¡¿Qué hiciste, Ruby?!
La mujer soltó aquel cenicero, lo hizo añicos en el suelo, temblaba de miedo y cayó de rodillas.
—¡No sé por qué lo hice! Tengo mucho miedo, fue un accidente, ¡Ayúdame, Bill, no me dejes ir a prisión!
Bill se acercó con lentitud a Hannah, movió su cuerpo, lo giró, y vio esos ojos tan abiertos, sin brillo, sin vida.
El hombre retrocedió asustado.
—¡Dios mío! ¡¿Qué has hecho?! ¡Ella está muerta!
Ruby Lang comenzó a chillar sin control.
—¡Yo no quería…! ¡Fue un impulso!
—¡Cállate, m*****a sea! Cállate.
El hombre miró a todos lados, vio la mesa de mármol enfrente.
Entonces, tuvo una gran idea.
Se acercó a Hannah, comprobó que ella no tenía latidos, cerró sus ojos, y la arrastró hacia la mesa, puso su nuca contra el mármol, haciendo que este se ensuciara de su sangre, luego la puso a un lado.
Tomó el arma con que fue herida y la envolvió con un pañuelo.
—¡La criada! Llámala.
—¡Christine!
La mujer que grababa todo desde la planta alta, escondió su móvil,