La noche cayó con una suavidad engañosa. Afuera, el viento rozaba los árboles con ese murmullo constante que solía calmarme. Pero esta vez, no. Esta vez, me revolvía por dentro.
Carolina estaba más callada que de costumbre. Se despidió de Diana con dulzura a Elija le dio un beso en la frente, acarició su cabecita … y luego se fue directo a la habitación sin decirme mucho. Solo un "buenas noches", suave, neutro, como si nuestras palabras hubieran perdido el calor.
La seguí minutos después, con el corazón pesado. La encontré acostada, dándome la espalda, con el cuerpo recogido como si se protegiera de algo. Me cambié en silencio, me metí a la cama y apagué la lámpara. La oscuridad nos envolvió. Y en ese silencio, mi mente no dejó de gritar.
La amaba. Dios, cómo la amaba. Su respiración, su piel cerca de la mía, su presencia… era todo lo que había deseado recuperar durante años. Y ahora estaba ahí, tan cerca, tan al alcance de mis manos. Pero sentía que se me escurría, como arena entre l