Capituló 5_ Corazón irreparable

Abrí los ojos y me obligué a mirar hacia el segundo piso. Al hacerlo, el dolor me invadió como un rayo al ver esos ojos oscuros, fríos y llenos de desinterés devolviéndome la mirada. Me observaba detalladamente, como si solo fuera una desconocida. Como si no hubiéramos compartido una historia. Como si yo no fuera la mujer que durmió a su lado durante meses.

—¿Axel? —susurré, apenas audible, para mí misma.

—Señor Won, dígame, ¿se quedará ahí en su pedestal sin hacer nada mientras su esposa sufre un destino horrible?

Volvió a preguntar aquel hombre sin soltar mi cabello. Axel solo miraba el espectáculo y escuchaba en completo silencio.

Por un momento creí que intervendría, que no permitiría que esos hombres me hicieran daño. Pero estaba equivocada. Nada en el mundo me había preparado para lo que vería a continuación.

Axel tomó la mano de una mujer a su lado. Sus facciones eran delicadas, brillaba bajo las imponentes luces del lugar. Atraía las miradas de todos. Era hermosa, sin duda, mucho más hermosa que yo.

Abrí los ojos con asombro. La reconocí de inmediato: era la mujer que había visto en la oficina de Axel aquel día...

Flashback

Al día siguiente de que Axel me pidiera el divorcio, fui a su empresa. Necesitaba una explicación.

Subí al ascensor con el corazón acelerado. Estaba impaciente, pero sobre todo temerosa. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al saber que nuevamente me enfrentaría a sus ojos fríos.

Respiré hondo cuando las puertas se abrieron. Avancé con paso lento hasta su oficina.

Su asistente, quien siempre me recibía, no estaba. Quizás era mejor así. Temía que si sabía que estaba allí, Axel no me recibiera.

Llegué a las grandes puertas de roble y me quedé paralizada. Estaban entreabiertas. Por la pequeña abertura vi a Axel sonriendo con dulzura a una mujer que tenía sentada entre sus piernas.

Aquella escena destrozó mi corazón. No recordaba la última vez que me había dedicado una sonrisa. Siempre permanecía serio, distante. Pensaba que era por el trabajo, qué ingenua había sido...

La miraba con ternura, como si fuera un tesoro. Una ternura que jamás tuvo conmigo.

Pero lo que escuché después terminó de quebrarme.

—Axel, me arrepiento tanto de haberte dejado. Nunca debí irme solo por perseguir mis sueños de actriz. Ahora que los logré, nada llena el vacío en mi corazón. Solo tú puedes hacerlo —dijo ella entre lágrimas.

—No llores más. Ya te he perdonado —le respondió él mientras le secaba las lágrimas.

—Pero no es suficiente. Por favor, volvamos a estar juntos. No me importa si no te divorcias de esa mujer.

—Tatiana, mírame. Tú eres la única en mi corazón, mi único amor. Estoy decidido a darte el lugar que mereces. Esa mujer no significa nada. Me casé con ella porque era fácil de controlar y manipular. En el fondo, siempre esperé que volvieras. Ahora que lo has hecho, esa mujer solo es un estorbo.

Las lágrimas picaron en mis ojos. No quise oír más. Salí corriendo, con el corazón hecho pedazos.

Fin del Flashback

Desde las escaleras, los vi bajar juntos. Axel me observó de arriba abajo como si yo fuera un insecto asqueroso que quería aplastar.

Como una mancha en su vida que no podía borrar.

Su mirada, su frialdad... solo hicieron que el dolor en mi pecho se intensificara.

Axel entrelazó sus dedos con los de Tatiana, quien le sonrió con suficiencia. Juntos se dirigieron hacia la salida.

Sin previo aviso, el hombre tras de mí me empujó con fuerza. Esta vez, mi vientre no salió ileso.

Sentí el impacto en mi abdomen. Mi cuerpo se contrajo de dolor. La sangre empezó a fluir por mis piernas.

—Axel... por favor... no te vayas... ayúdame... nuestro bebé... está en peligro —susurré con la voz temblorosa por el dolor.

Pero él siguió caminando como si no me conociera.

—¡Axel! —grité en un último intento. Lo vi detenerse. Se giró para mirarme, por fin.

—Si hubieras sido obediente, nada de esto habría pasado —dijo con frialdad. Las lágrimas brotaron sin control.

—¿Alguna vez me amaste? —pregunté, como si necesitara una respuesta que me salvara del abismo.

Él soltó una carcajada seca y desvió la mirada hacia Tatiana.

—¡Nunca! —respondió, antes de marcharse con ella, desapareciendo en la oscuridad de la noche.

—Sáquenla de aquí. Ya cumplió su propósito —ordenó el hombre mientras se servía una copa.

Dos hombres me sujetaron de los brazos y me arrastraron. Dejaba un rastro de sangre en el suelo de mármol.

Me arrojaron sin piedad en un terreno baldío, lejos de todo. Cerré los ojos, resignándome a mi cruel destino.

POV: Tercera persona

Un auto circulaba por la carretera en plena noche.

—Señor, ¿está seguro de que quiere escapar de su compromiso justo un día antes? ¡El viejo señor Won se molestará! —dijo el mayordomo.

—¿Por qué eres tan entrometido, Sergio? Sabes que no puedo casarme con alguien a quien no amo. Y mucho menos con esa insoportable de Alina. Mi corazón pertenece a otra —respondió Eliot, recordando unos ojos tan claros como el cristal.

Al mirar por la ventana, divisó algo en la oscuridad.

—¡Detente, Sergio! ¡Hay alguien ahí, está herida!

—Joven Eliot, este lugar es peligroso. Está lleno de maleantes...

—¡Haz lo que te digo! ¡Para eso te pago!

Sin opción, Sergio se detuvo. Eliot bajó del auto sin pensarlo. Conocía bien el edificio cercano: "La Noche Dorada", un lugar donde se cometían atrocidades.

Eliot encontró a Carolina, inconsciente y sangrando. Al notar su vientre, reprimió un grito de rabia.

—¡Malditos! ¿Cómo pueden hacerle esto a una mujer embarazada?

—Señor... eso no es lo peor que ocurre allí —murmuró Sergio, mientras ponía el auto en marcha.

Tres días después...

Carolina despertó. El cuerpo le dolía como el infierno. Instintivamente llevó las manos a su abdomen... y no sintió nada.

Un grito desgarrador escapó de su garganta. Lágrimas ardientes nublaron su vista.

—¡No, Dios, no! ¡Mi bebé! ¿Por qué?

Amaba a su bebé. Iba a luchar por él. Soñaba con una vida mejor. Quería saber si heredaría sus ojos claros... o los fríos de Axel.

Pero todo se había ido. Axel le había arrebatado su esperanza, sus ilusiones.

La había perseguido como un depredador. Y ella, como un ciervo ingenuo, se dejó alcanzar.

Ahora pagaba el precio: la pérdida de su hijo. Por haberse enamorado del hombre equivocado.

Pero no podía rendirse. Por la memoria de su bebé, debía mantenerse de pie.

Sin más, tomó el teléfono que yacía en la mesita. Por suerte, aún tenía batería. Marcó el número de Tyron.

—¿Señorita Langford? —respondió él, sorprendido.

—Sí. Llámele al señor Won y dígale que mañana nos veremos en el registro civil para terminar este absurdo matrimonio —dijo con voz firme, antes de cortar.

Al alzar la vista, vio entrar a un hombre desconocido en la habitación.

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