Capítulo 55
Muy temprano en la mañana
Luciano subió las escaleras con una bandeja en las manos. Había mandado a preparar el desayuno favorito de Camila: pan tostado con mermelada de frutos rojos, huevos revueltos con queso, café recién hecho y jugo de naranja. Entró despacio en la habitación, esperando verla dormida.
Pero ella ya estaba despierta, sentada en la orilla de la cama, con los ojos hinchados por llorar y la mirada perdida.
—Te traje esto —dijo dejando la bandeja en la mesita de noche.
Camila lo miró enojada, Luego, de un manotazo, tiró la bandeja al suelo. La comida cayo por la alfombra, el café manchó las sábanas y el plato se rompió.
—No quiero nada de ti —dijo, con la voz seca—. Ni comida, ni disculpas, No vas a convencerme con detalles bonitos.
Luciano tragó saliva, sintiendo un golpe en el pecho
—Camila…
—Aunque me encierres mil años —lo interrumpió—, no voy a olvidar lo que pasó. ¿Sabes cuál fue mi peor miedo desde que te conocí? Que todo esto fuera una mentira. Qu