02: arrepentimiento

Mariano devoró la boca de Carina, atrayendo su cuerpo hacia él. La cogió de los muslos y subió a su cintura, Carina enredó sus piernas y Mariano con ella encima caminó hacia las escaleras, con cuidado subía pero sin apartar sus labios de la boca de ella.

Carina se sentía bien, besaba a su esposo como lo había soñado todo este mes. Aunque él no la recordará, ella iba a enamorarlo como lo hizo la primera vez.

Cuando llegaron a la habitación, Mariano la tumbó en la cama, y sonrió con coquetería, se puso encima de ella devorando su cuello. Los gemidos de Carina se hicieron presentes, sentir así a Mariano era una de las cosas que ella le gustaba. Mariano se estaba dejando llevar por la lujuria y la pasión, donde solo existía él y ella.

Mariano pasaba su mano por las piernas de ella, provocando que a Carina se le erizara la piel, sus toques dulces, pasando las yemas de sus dedos por las suaves piernas de ella.

—Te deseo, cariño. Más de lo que te imaginas, deberías ser una mujer prohibida. —dijo con voz ronca

—Quiero pecar, pero contigo. —dijo ella volviéndolo a besar.

Mariano lamió el cuello de ella, algo le decía que ella iba a ser su perdición. Aunque ella fuera una mujer casada, en esos momentos no le importaba, quería hacerla suya. Quería sentirse dentro ella, escuchar sus gemidos.

Mariano recorría sus besos por los labios de ella, dejando su huella en ella.

Se deciso de la ropa de Carina, dejándola en ropa interior. El cuerpo de ella le llamó la atención, sus curvas eran sensuales, su cuerpo duro de deportista, le volvía loco.

—Eres hermosa. — dijo Mariano mirándola.

Volvió adueñarse se sus labios, pasando su lengua por la boca de Carina. Bajó hasta sus pechos, apartando el sujetador, se metió sus pechos en la boca, pasando su lengua por sus pezones. Carina mordió su labio, lamiendo su boca. Ardían en el infierno, ardían de placer, ardían de pasión, ambos cuerpos congeniaban a la perfección.

Mariano fue bajando hasta su vagina, apartó el tanga de encaje azul que ella llevaba puesto, se puso en medio de sus piernas y lamió su clítoris. Carina agarró el cabello de Mariano en un puño.

—Dio, amore, sigue. — exclamaba ella entre jadeos.

Mariano no tenía intenciones de parar, estaba totalmente cachondo. Lamía cada parte de ella con lujuria, quería follarla, solo tenía eso en su cabeza, hacerla, suya estuviera casada o no.

Cuando acabó de lamer la vagina de Carina, se incorporó y desabrochó su pantalón, dejando libre su polla gruesa y dura a la vista de ella. Ella sonrió con lujuria.

Mariano se puso encima de ella, cogió su pene y lo colocó en la entrada de ella, de un solo golpe entró y ambos gritaron.

—¡Joder! —gruñó Mariano. —Estás mojada, nena.

—Tú lo provocaste. —respondió ella y él sonrió.

Empezó a moverse, entrando y saliendo de ella. Carina gozaba por cada embestida que recibía de parte de él, lo amaba con locura. Él era su amor verdadero, su vida, su todo.

Mariano fue más rápido, ella gemía solo para ellos, no quería que nadie les escuchará. Mariano salió de ella y la dio la vuelta, poniéndola a cuatro patas y la volvió a follar. La dio un azote en el trasero, la agarró de la cintura y la folló salvajemente.

Los gemidos solo lo escuchaban ellos, esa habitación era testigo de tantas noches de travesuras, de tanta lujuria y derroches. Carina amaba hasta la médula a su esposo, Mariano también su corazón la conocía, pero su cerebro no.

Mariano estaba llegando a su orgasmo, la folló con más rapidez hasta que ambos llegaron a su final. Mariano con la respiración agitada, apoyó su cabeza en la espalda desnuda de Carina, salió de su interior y se tumbó en la cama, ella se dejó caer de igual manera y abrazados cayeron dormidos.

***************

Al día siguiente Mariano abrió sus ojos y notó que estaba abrazando a alguien, miró con más atención y vio una cabellera negra dándole la espalda. Se apartó y Carina se movió un poco, quedando boca arriba, dejando sus pechos desnudos a la vista de Mariano.

Él la miraba dormir, tenía la boca entreabierta, la miró y vio la belleza única que tenía esa mujer.

Se levantó de la cama reaccionando, se metió en el baño, fue hasta el espejo que había encima del lavabo y miró su reflejo.

—¿Qué has hecho? —se dijo a sí mismo mirándose en el espejo. —Es una mujer casada.

Mariano suspiró pasando su mano por su cabello.

Fue hacia la ducha y encendió la llave y se metió en ella. Dejando que el agua le relajará. Apoyó sus manos en los azulejos del baño, miró hacia sus pies mientras el agua caía por su nuca.

—Esto no puede volver a pasar. — susurró él.

Se empezó a duchar y cuando acabó enredó una toalla en su cintura, cogió otra para secarse el pelo. Salió del baño y Carina ya estaba despierta.

—Bourgiorno. —saludó ella con una sonrisa, sonrisa que se borró al ver a Mariano serio. —¿Qué pasa?

—Carina, esto no volverá a pasar, esto fue un error. —habló él, ella dejó caer sus primeras lágrimas. —Lo siento, tú estás casada.

—Mariano, yo ti amo. — dijo ella con el dolor de su corazón y Mariano negó.

—Eso es imposible, eres una mujer casada, Carina. —exclamó.

—Anoche no te importó. —setenció ella.

—No, anoche no me importó. Porque el calentón que tenía, ni me dejaba pensar. — ella se levantó y empezó a coger la ropa del suelo, vistiéndose. —Es mejor que mantengamos las distancias.

—¿Eso es lo qué quieres? — él asintió. —Muy bien, no me volveré acercar a ti.

Salió de la habitación con el corazón hecho el mil pedazos. Mariano estaba mal, pero era lo mejor para ambos, anoche se dejó llevar por la lujuria.

Se vistió escogiendo un pantalón negro y camisa rosa. Salió de la habitación descalzo, el frió suelo de mármol penetraban la planta de sus pies. Cuando bajó las escaleras en el salón estaba su hermano y su cuñada. Pero Carina no estaba ahí, eso le destrozó. Escuchó el llanto de un bebé miró hacia su lado y vio a su sobrino en el moisés, se acercó al pequeño y lo cogió en brazos.

—¿Qué se siente al tener el nombre de tu tío? —le dijo Mariano a su sobrino, como si le fuera a contestar.

Con el niño en brazos fue hasta la mesa, y se sentó. Carlotta al ver que no podía servirse el café ella lo hizo por él.

—¿Cómo has amanecido? —preguntó Carlotta y él la miró.

—Bien, Grazie. — agradeció él cuando ella le dio la taza de café.

—Me alegro, ¿Has visto a Carina? — Mariano tragó duro y negó. —Que raro, siempre es la primera en estar aquí.

—Tal vez se quedó dormida. — habló Giovanni. —Por cierto, nuestros amigos vendrán en un rato. —Mariano arrugó su ceño. —Sé que tu cerebro no los recuerda, te los presentaré.

Cuando acabaron de desayunar, los hermanos se fueron al despacho a esperar a sus amigos. Carlotta fue en busca de Carina, llamó a la puerta y escuchó un "pase" ella giró el pomo y al abrir vio a Carina tumbada en la cama de lado, mirando una fotografía. Cerró la puerta tras de ella y caminó hasta donde estaba Carina.

—¿Qué pasa, Carina? —preguntó Carlotta sentándose en la cama.

—Lo estoy perdiendo, anoche nos acostamos y está mañana me ha dicho que había sido todo un error, que nos mantuviéramos alejados. — dijo ella acariciando la foto, una fotografía donde salía Mariano y ella en día de su boda, donde ambos se reían mirándose. —Le extraño tanto, me duele todo esto.

—Tienes que ser más fuerte, él ahora mismo esta perdido. —la consoló. —Te recordará, ya lo verás.

—¿Qué hago mientras tanto? ¿Dejo qué otra mujer le toque? No, no puedo. — exclamó llena de lágrimas. —No quiero perderlo.

—Giovanni no dejara que se folle a otra. —Carina la miró. —Él te quiere como su cuñada, y siempre lo serás. Lleváis 6 años casado, bueno casi, no os podéis rendir.

Carina, sonrió y ambas se abrazaron. Carina cogió al niño en sus brazos y lo llenó de besos.

—Ti amo, bambino. —dijo Carina dándole un beso al pequeño.

*************

En el despacho, los chicos ya estaban reunidos. Enzo estaba tocando algo que parecía un juguete que deba vueltas. Mariano se sentía como un desconocido, no conocía a ninguno, más bien no les recordaba.

—Bueno, como aquí nuestro amigo sin cerebro no nos recuerda yo me presento. —soltó una de sus bromas Enzo. —Soy Enzo Coppola.

—Dejando las pullas de Enzo, él es Franco Martini, Orlando Leone, Maurizio Bianco y Paolo D'andelo. —les presentó Giovanni.

—¿Sabes a lo qué nos dedicamos? — preguntó Enzo para provocar. —Somos mafiosos, para ser más explicito somos líderes de la Cosa Nostra. —todos miraron mal a Enzo.

—¿Por qué no cierras la boca? —exclamó Franco. —¿Por qué no nos contaste esto antes?

—Fue todo muy rápido. —respondió Giovanni.

—¿Un mes, Giovanni? ¿Enserio? —habló está vez Orlando, Paolo se había quedado callado.

—No sé, cuando nos dijo que no nos conocía, fue una patada en el estómago. — siseó Giovanni, Mariano miraba a Enzo jugar con el juguete.

—¿Puedes dejar eso? Es de mi sobrino. — dijo serio Mariano mirando a Enzo.

—¡Joder! ¿No te acuerdas de nosotros, pero si de tu sobrino? —preguntó confundido Enzo.

—Es su sobrino, ¿Qué quieres? — respondió Giovanni por su hermano. —¿Estás celoso?

—No, solo me ha sorprendido. —dijo Enzo, Giovanni asintió

Todos estaban rodeando la mesa del escritorio, a Mariano le vino a la cabeza la imagen de Carina llorando.

«Mariano, yo ti amo.» Esas palabras penetraban la mente de Mariano.

—¿Estonces somos mafiosos? —preguntó Mariano sacando a Carina de su cabeza.

—Si, los líderes de la Cosa Nostra, nuestros padres, el de todos nos hizo hacer un pacto para ser líderes de la mafia siciliana. — le dijo Giovanni.

—Donde también dijimos, que el próximo varón de los líderes, será el próximo líder en gobernar la mafia. — ante esa aclaración de Enzo, Mariano se quedó petrificado.

—¿Eso quiere decir qué mi sobrino es el próximo líder de la Cosa Nostra? — preguntó sorprendido Mariano y todos asintieron. —¡Dios mío! Su futuro ya está escrito.

—Si, tú llevas casa...

—Enzo, cállate. — le interrumpió Giovanni con los dientes apretados.

—Joder, que genio. ¿Carlotta no te ha follado? —dijo con ironía. Giovanni iba a matarlo por su boca tan larga.

—Eso no te incumbe. —siseó Giovanni.

—Está noche ¿Vamos algún lado? — preguntó Paolo cambiando de tema.

—Por mi no, yo ya tengo fiesta en casa con mi mujer y mi hijo. — habló Giovanni.

—Yo si me apunto. —habló Orlando.

—Yo también... — dijo Franco.

—No hace falta que responda, sabéis la respuesta. —dijo Enzo.

—Yo si voy, necesito salir de casa un poco. —dijo Mariano, Giovanni le miró, tenía que ir con él por si cometía alguna locura.

—Entonces yo también voy. —todos miraron a Giovanni.

—¿No decías que no venías? —preguntó Maurizio.

—Me lo he pensado. —exclamó, todos asintieron.

Los chicos había quedado para salir, Giovanni no podía dejar que su hermano saliera. Podría cometer una locura y en un futuro podría arrepentirse.

Mariano salió del despacho y encontró a Carina sentada en el sofá pintándose las uñas. Él sonrió, era una belleza de mujer, eso no lo podía negar. Se acercó a ella, Carina notó su presencia pero pasó de él.

—Ciao, Carina. —ella ni siquiera se inmutó. —¿Nos vas hablarme?

—Esta mañana has dicho que mantuviéramos las distancias, eso hago. Ahora soy yo la que te dice lárgate de mi vista, me estoy pintando las uñas. — dijo sería, a Mariano eso le dolió.

—Entiende, Carina, estás ca-sa-da. —dijo recalcando la última palabra. —Podemos ser amigos. — ella empezó a reírse.

—Solo te digo, que espero que en el futuro no te arrepientas. — se levantó del sofá dejando a Mariano solo en el salón.

¿De qué se podría arrepentir? ¿Que le estaban ocultando? Fuera lo que fuera, Mariano iba a descubrirlo.

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