R

El cielo comenzaba a teñirse de un tenue gris cuando abrí los ojos. No había dormido mucho, apenas unas horas. Cada sonido del bosque, cada crujido entre los árboles me mantenía alerta. Sentía que el tiempo se agotaba. Que si me quedaba un momento más en esa cabaña, Henrik nos encontraría. No podía permitirlo.

Ava dormía a mi lado. Su respiración era tranquila, pero su cuerpo no. Había pasado la noche moviéndose inquieta, murmurando entre sueños. Sus pesadillas estaban volviendo. Yo también podía sentirlo. El miedo que ella intentaba disimular, esa presión en el pecho que no me abandonaba.

Me giré hacia ella, acariciando su cabello plateado con la yema de mis dedos. Estaba más delgada, más frágil de lo que recordaba. Y sin embargo, también más fuerte. Más decidida. La amaba más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta, porque amar a Ava significaba estar dispuesto a perderlo todo. Y aún así, ya lo había elegido.

La conversación con Alex me había quitado el poco sueño que me