¿Ordenamos pizza?

El asistente asintió, sacó su teléfono y salió rápidamente para investigar, dejando a la familia con una sensación de desconcierto.

La abuela de Elena, que había estado observando en silencio, se levantó lentamente. Su mirada intensa no dejó de seguir los movimientos de su hijo, Sir William. Había algo en la forma en que él había hablado, como si las decisiones de la familia pudieran ser tomadas a la ligera, y ella no podía permitirlo.

—William —dijo, con una voz que denotaba toda su autoridad de matriarca—, para la próxima vez, piensa bien antes de hablar. No solo por ti, sino por la familia. Si no reflexionas sobre lo que acabas de decir, lo perderás todo. Perdóname, pero no puedes tratar a Elena como si fuera una propiedad más. Ella es adulta, y tiene derecho a tomar sus propias decisiones aunque no sean exactamente las que queremos.

Su mirada se suavizó levemente cuando se dirigió a las demás mujeres de la familia.

—Victoria, Alena, las necesito a las dos. Vayan a alcanzar a Elena
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