Las figuras de Alena y Victoria se acercaron rápidamente, visiblemente agitadas. Elena, al escucharlas, suspiró profundamente, sintiendo una mezcla de cansancio y anticipación. Hades, sin soltarla del todo, se giró hacia ellas con una mirada gélida y una postura protectora que parecía advertirles que no iba a permitir ninguna nueva afrenta.
—No venimos a pelear, Hades —dijo Victoria, levantando las manos en señal de rendición—. Solo queremos hablar con Elena.
—Hablar no es lo que hicieron en el comedor —respondió él, con un tono que denotaba desconfianza—. Si quieren disculparse, tienen cinco minutos.
Elena, sintiendo la tensión en el ambiente, le tocó el brazo a Hades suavemente.
—Déjalas hablar —susurró—. Quiero escuchar lo que tienen que decir.
Hades apretó la mandíbula, pero dio un paso atrás, aunque su cuerpo seguía rígido como si estuviera listo para intervenir en cualquier momento.
Alena avanzó primero, su rostro mostraba un conflicto interno que no podía disimular.
—Elena, lam