Mi abuela volvió a su asiento, y con un gesto severo, indicó que todos debían sentarse nuevamente.
—Seguiremos discutiendo esto más tarde —anunció, mirando especialmente a mi padre—. Por ahora, voy a comer, no quiero que se hable de esto aquí, iremos a mi despacho al terminar, Zara trae mis medicamentos de la presión. Este es un momento importante, y debemos procesarlo juntos.
—Si, su majestad, enseguida.
El ambiente seguía tenso cuando las puertas del comedor se abrieron de golpe, revelando a un hombre alto, de complexión atlética y mirada intensa. Su presencia imponente llenó la habitación al instante, y todos los ojos se dirigieron hacia él. Llevaba un elegante traje oscuro que parecía hecho a medida, y sus botas resonaban con fuerza en el suelo de mármol mientras avanzaba con paso decidido.
—¡Westin, cariño! Por lo menos algo bueno llegó—exclamó la abuela Isabelle con una sonrisa radiante, contrastando el estado de ánimo que tenía minutos antes..
El hombre inclinó la cabeza en un