René Chapman
En mala hora vine a decidir hacer el almuerzo de inversores.
¿Cómo se supone que piense en una cosa diferente a mi esposa siendo una infiel?
No solo bastaba con que fuera una mentirosa, sino que también debía seguir añadiendo calificativos negativos a la lista.
—Maldición, Ivette —dije con frustración, caminando de un lado a otro—. Tú si que has sabido como joderme la vida. No importa cuánto intente reponerme después de esto, creo que nunca lo lograré por completo.
Hablaba desde lo más profundo de mi ser y de mi sufrimiento.
—René… por favor —espetó entre lagrimas, acompañadas de un llanto desgarrador—. No tienes que ser tan cruel, por favor, no tienes que hacerme sentir de este modo.
—¿Y a ti alguna vez te importó cómo me sentí yo? —Llevé un puño a mi pecho—. ¿Tú alguna vez te detuviste a pensar cómo sería todo esto para mí?
—Lo siento, lo siento… —Sus piernas empezaban a ceder ante el peso de su cuerpo—. Por favor, para ya. Deja de ser tan cruel, por favor. Sé que no te