Abigail palideció al tener a aquella mujer frente a ella.
Por instinto retrocedió, como si hubiese acabado de ver al mismísimo diablo.
Elizabeth la observó con reproche y un odio endemoniado.
Ante la cercanía, levantó su mano sin dudarlo y la golpeó con fuerza, abofeteandola sin previo aviso.
Abigail puso la mano en su mejilla, esta estaba completamente caliente y posiblemente sonrojada.
Elizabeth entró al apartamento con arrogancia como si con su sola presencia pudiera destruir todo a su paso.
Tener a la mujer que destruyó su vida hizo que Abigail tuviera muchas emociones en ese momento, sentimientos encontrados.
—Te juro que pensé encontrar de todo menos a ti en el apartamento de mi nieto, con su camisa, como si acabaras de tener sexo con él. Como una completa zorra, una desvergonzada total.
Ella entró y miró el lugar escaneándolo lentamente.
—¿Qué haces aquí? —Elizabeth habló de nuevo esta vez con un tono amenazante—. ¿Qué haces en la casa de mi nieto?
Abigail se mantuvo en