Trataba de enfocarme en el trabajo mientras las palabras de mi madre seguían retumbando en mi cabeza. "No pierdas a Firenze. Lucha por tu familia." Me aferré a esa idea con desesperación, convenciéndome de que todavía podía arreglar esto, de que si peleaba lo suficiente, si decía las palabras correctas, si hacía las promesas adecuadas, Firenze regresaría a mi lado. Lo que había hecho en el pasado, las mentiras, las traiciones, todo podía corregirse.
Pero cuando la vi llegar a mi oficina con esos papeles en la mano, comprendí que estaba equivocado. Los dejó caer sobre la mesa, uno a uno, con la tranquilidad de quien ya no tiene dudas.
—Has incumplido el acuerdo de nuestra sociedad, Tony. Espero que ahora sí me des el divorcio, si quieres evitar la demanda.
El aire en la habitación se volvió espeso. La rabia burbujeó en mi interior. La miré fijamente, tratando de no perder el control, pero el tono de su voz, la seguridad en su mirada, me sacaban de quicio. ¿Cómo podía desafiarme así?
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