Después de la confesión de Firenze sobre su incomodidad trabajando conmigo, necesitaba darle más razones para sentirse estable a mi lado. Llevaba tiempo pensando en cambiar de departamento, algo más amplio y moderno. Quería que Firenze formara parte de este cambio, que sintiera que tenía un lugar en mi vida, lejos de los recuerdos de mi pasado.
Había programado varias visitas aquella mañana y le pedí que me acompañara a algunas reuniones sobre un “proyecto”. No le di detalles, quería su opinión sin la carga emocional de saber que se trataba de mi próximo hogar.
Mientras me alistaba para recogerla, una llamada me interrumpió.
Era Nina.
—No sabía que tomaba esa clase de pastillas… —su voz sonaba despreocupada.
Me quedé en silencio unos segundos.
—Eso provocó el infarto.
Nina suspiró al otro lado de la línea.
—¿Qué estabas haciendo con él en esa situación? Eso no fue lo que te pedí.
—Tony, tengo mis propias urgencias que atender. No lo había planeado en un inicio… pero se presentó la opor