Esa noche, la esperé en casa, sintiéndome como una bomba a punto de estallar. El estilo de vida independiente de Grace había sido conveniente para mis escapadas, pero nunca imaginé que le estaría dando el mismo espacio para hacer de las suyas. Cuando llegó, su expresión cambió al verme sentado en la sala.
—¿Qué pasa? —preguntó, fingiendo indiferencia.
—¿Dónde estuviste? —dije, directo al grano.
Su silencio fue suficiente para confirmar lo que ya sabía.
—Sabes, no necesito que me mientas más. Lo vi todo. Ahora dime, ¿desde cuándo estás viéndote con él?
Grace se cruzó de brazos, el mentón en alto, sin mostrar el más mínimo atisbo de arrepentimiento.
—¿Con qué derecho me haces esa pregunta? ¿Acaso no eres consciente de cuál ha sido tu comportamiento hasta ahora?
—No estamos hablando de mí ahora.
—¿No? ¿De verdad crees eso? He soportado tus engaños, tus ausencias, tus promesas vacías. Y ahora que apenas tienes una sospecha, y no sientes ni la quinta parte de lo que yo siento, ¿quieres hac