Para Eleanor el tiempo en el palacio se había vuelto asfixiante, no encontraba paz por ningún lado, no importaba lo mucho que se mantuviera ocupada, siempre volvían los mismos pensamientos intrusivos de la última vez que había visto a Astor y a su desagradable invitada, a pesar de que fue él quien había parado aquella conversación, para ella, seguía siendo el unico culpable de todo, pronto comenzó a dejarse llevar por su dolor y rabia, comenzando a experimentar que algo extraño estaba sucediendo en su interior.
El unico momento de paz que encontraba y parecía olvidarse de todo lo que sucedía, era ir a las aguas termales, se había vuelto algo rutinario, su dama de compañía siempre iba con ella, más por servicial, que por seguridad.
Mientras Eleanor tomaba un baño, Cordelia interrumpió sus pensamientos con una pregunta:
—¿Qué es ese brazalete, señorita? He notado que nunca se lo quita.
—Ah, ¿esto? — alzó la mano para que la sirvienta pudiera admirar el accesorio —Fue un regalo, de parte