Se duchó, se lavó el cabello, se aplicó cremas y se maquilló. Para cuando terminó, las sopas y guisos en la cocina ya estaban listos.
Como la dieta debía ser suave y fácil de digerir, Marisela había preparado las verduras al vapor.
Luego empaquetó todo, se cambió de ropa y zapatos, y finalmente salió del complejo residencial.
Celeste había organizado todo perfectamente. Ya había alguien esperándola, la persona se bajó del auto y le abrió la puerta. Para su sorpresa, era el secretario de Ulises.
—Por favor, señorita Undurraga —sonrió el secretario.
Marisela instintivamente miró hacia el interior del vehículo. El secretario, como si supiera lo que pensaba, le dijo proactivamente:
—El señor Bustamante está en el lugar del evento. Como esta noche está muy ocupado, no pudo venir personalmente a recogerla.
—No, no, no era eso lo que pensaba —Marisela agitó las manos rápidamente.
Era mejor que Ulises no hubiera venido, tenía miedo de que él también estuviera...
De lo contrario, no habría form