Aurelio observó el rostro aparentemente normal del señor Cárdenas y respondió:
—No parece muy ebrio, todavía puede reconocerme.
Solo que quería llamar a su esposa y me llamó a mí por error.
—Realmente está muy borracho —insistió Isabella—. ¿De qué otra manera estaría sentado sin decoro en la acera?
Aurelio la miró, pensando que si el señor Cárdenas se iba con ella, no quedaría ni rastro de él. Con firmeza, respondió:
—El señor Cárdenas está perfectamente lúcido. Tiene dos reuniones internacionales esta tarde y no puede ausentarse.
Isabella estaba a punto de sugerir posponer las reuniones cuando Aurelio continuó:
—Es un proyecto de varios cientos de millones de dólares. ¿Vas a responsabilizarte por el retraso? ¿Puedes asumir esa responsabilidad?
Isabella se quedó sin palabras. Cientos de millones, tanto dinero...
Si Lorenzo se daba cuenta después de que ella había intentado llevárselo a la fuerza, estaría acabada...
Finalmente, solo pudo observar con rabia cómo Aurelio se llevaba a Lore