Pero no se pudo conectar la llamada, la otra persona seguía ocupada, así que solo pudo ir al mostrador de servicios del área de hospitalización para preguntar.
Pero el resultado que obtuvo fue que no había registro de esta paciente en las habitaciones. Celeste se detuvo, sintiendo que había corrido hasta aquí alarmada y ansiosa para nada, que Lorenzo la había engañado.
La señorita Bustamante en ese momento estaba realmente furiosa, tenía ganas de tirarlo a las montañas salvajes para que se lo comieran los lobos.
Justo cuando caminaba con tacones haciendo ruido de golpeteo, como si fuera a romper los tacones, toda ella llena de ira, de repente vio a un conocido entrando por la puerta principal del vestíbulo.
Era el asistente de Lorenzo.
—¡Aurelio! —le gritó Celeste.
Aurelio al escuchar, instintivamente volteó la cabeza y también vio a Celeste.
—Señorita Bustamante —saludó Aurelio.
—¿Dónde está Lorenzo? —preguntó Celeste directamente al grano.
—El señor Cárdenas aún está en el área de em