Lorenzo al escucharlo acusarlo, situándose en la cima moral, como si él fuera despreciable y sucio, un cobarde, no pudo contenerse y gritó:
—¡Tú qué sabes!
—¡¿Quién eres tú?! ¡¿Con qué derecho me dices eso?!
—¿Quién conoce mi sufrimiento? ¡Mi padre me engañó, llevó a mi madre a la muerte, tuvo un hijo con su amante, que es solo un año menor que yo!
—¿Irme sin más? ¿La venganza de mi madre aún no se ha cumplido, quieres que vea cómo mi padre basura junto con su amante y su hijo bastardo se apoderan completamente del control de grupo Cárdenas?
—¡¿Quién se conformaría con eso?! ¡¿Tú podrías hacerlo?!
Lorenzo gritó hasta ponerse rojo, su cuello y cara se enrojecieron, así miró fijamente a Daniel, diciendo con los dientes apretados:
—Tú eres hijo único, tienes un padre fiel, ¡por supuesto que no tienes esa crisis!
—Pero tampoco deberías clavarme en el poste de la vergüenza. Los hombres por el poder, por la influencia, en ese momento acababa de graduarme, ¡¿cómo querías que eligiera?!
Daniel