Después de otros veinte minutos, esta comida finalmente terminó.
Los tres se levantaron, Marisela presionó el timbre, preparándose para llamar al mesero para pagar la cuenta.
—Yo me encargo —dijo Celeste extendiendo la mano para detener a su amiga que se adelantaba.
—¿Cómo puede ser? Hoy soy yo quien los invita a comer —dijo Marisela.
—De todas formas tu intención era invitar a Ulises, hoy él ya comió, si sientes que no quieres deberme nada, entonces la próxima vez me invitas a mí sola —dijo Celeste.
Originalmente si hubiera sido una comida básica habría dejado que Marisela pagara, pero quién sabía que Ulises aprovecharía cuando ella fue al baño para pedir tres bebidas caras.
Realmente no tenía consideración, específicamente aprovechándose de su amiga, ¿cómo podía dejar que Marisela pagara?
En ese momento.
El mesero entró al reservado, pero no traía la máquina de tarjetas en las manos, solo que Celeste y Marisela, que se empujaban entre sí, no notaron este detalle.
Marisela vio que el