—Pero yo te estoy invitando... —dijo Marisela.
—Tú me invitas, yo pago, estas dos cosas no tienen conflicto —la miró Ulises.
Marisela no sabía qué decir.
¿Se podía hacer así? Pero ¿en qué se diferenciaba esto de no haberlo invitado?
—Yo siento que...
Marisela iba a seguir hablando, pero Celeste ya había tomado su brazo y la arrastraba hacia afuera, diciendo al mismo tiempo:
—Vámonos Marisela, quiero comprar bolsos, ¿me acompañas de compras?
Marisela fue arrastrada, pero no olvidó voltear a ver a Ulises, aún no había terminado de hablar.
Ulises los siguió desde atrás con las manos en los bolsillos, los tres fueron al elevador y bajaron al estacionamiento subterráneo.
En el elevador.
Finalmente, Marisela pudo tener la oportunidad de hablar, se volteó hacia el hombre, iba a abrir la boca, pero Celeste volvió a interrumpirla:
—Ya invitaste, no sigas obsesionándote con este asunto.
—Pero no pagué... —dijo Marisela.
—No importa, tú 'invitaste', quien paga es otro tema —dijo Celeste.
Marisela