Ante la "orden" del señor Bustamante, Marisela se volteó lentamente como un caracol, sin levantar la cabeza para mirarlo, sacó silenciosamente su teléfono del bolso.
Lo desbloqueó, abrió la aplicación social, activó el escáner, y lo dirigió hacia el código.
La pantalla mostró la página de contacto, bajo la mirada amenazante de cierta persona que parecía querer devorarla.
Extendió el dedo índice, se detuvo un segundo, y presionó.
En la mesa.
En la pantalla del teléfono del hombre apareció un mensaje de solicitud de amistad, Ulises bajó la mirada y echó un vistazo.
—También mi número de teléfono —agregó.
Marisela levantó ligeramente la cabeza, el hombre la miró y dijo:
—Te dicto para que lo guardes.
—198...
Marisela escuchó que la otra persona ni siquiera le daba tiempo para responder, sino que directamente le dictaba el número, se apresuró a abrir la agenda de contactos y comenzó a teclear rápidamente.
Cuando Ulises terminó de hablar, Marisela ya había ingresado el número. Pensó que con