Con esto se resolvía el misterio. Este malentendido no había sido culpa de Marisela, ni suya, sino de ese maldito Germán.
¿Y encima se había atrevido a comerse gratis en su restaurante? ¿¿Cómo pudo hacerlo con tanta desfachatez??
Ulises tenía la cara totalmente seria, y como sus ojos mostraban enojo, hizo que el subordinado que estaba dando el reporte hablara cada vez más bajo, pensando que su presentación era pésima.
—¿Ya terminaste? —Ulises levantó la vista hacia la presentación proyectada.
—Aún no... —dijo el subordinado con cuidado.
—Señor Bustamante, voy a seguir mejorando, ¡le aseguro que la próxima versión será mucho mejor! —juró.
Ulises frunció el ceño y dijo:
—Ni siquiera he dado mi opinión.
¿Cómo ya había llegado a la conclusión de que estaba mal?
Al escuchar esto, el subordinado pensó: Su expresión facial ya me dijo que no servía, ahora solo espero que no me regañe...
—Continúa —ordenó el jefe otra vez.
El subordinado no tuvo más remedio que seguir con la siguiente diapositi