—No te hagas. Lo dicho, dicho está, ya no te puedes echar para atrás —dijo Marisela.
—Ellos comen por su cuenta, celebrando con un amigo, eso no tiene nada que ver con lo que dijo Germán antes.
Al escuchar las palabras de su amiga, Celeste alzó una ceja.
Qué lástima que ahora no pudiera contactar a Germán fácilmente, porque si no, iría directamente a preguntarle. A ver cómo se las arreglaría Marisela para negarlo entonces.
El nuevo mensaje de voz de Marisela apareció:
—En serio, deja de imaginar cosas. Apúrate a trabajar, si tienes tiempo en la noche cenamos juntas.
Celeste escuchó el audio y, sin ninguna vergüenza, le pidió dos o tres platillos, diciéndole que los tuviera listos para cuando llegara.
Dejó el teléfono para ponerse a trabajar, pero justo entonces apareció un mensaje. Le echó un vistazo y resulta que era de Ulises.
Ulises: [¿Le dijiste a Marisela que fui yo quien la ayudó a encontrar las pruebas?]
Celeste escribió en tono burlón:
[¿Ay, tan desesperado por apuntarte el tan