—Digamos que fueron cinco minutos como usted dice. Lo admito. No hace falta molestar al personal técnico.
¿Realmente iba a revisar las cámaras por algo así, y hablando con tanta convicción?
Pensando en esos cinco minutos, Marisela se sentía algo insegura. Principalmente porque no esperaba que este hombre detestable fuera tan obstinado, como si tuviera algo personal contra ella.
Al escucharla, Ulises se giró ligeramente y dijo con deliberada provocación:
—¿No estaba la señorita Undurraga negándolo categóricamente hace un momento? Mejor revisemos las grabaciones. Como dije, si falta un solo segundo, me disculparé, lo garantizo con mi honor.
Con esa precisión al segundo y mencionando su "honor", Marisela levantó la cabeza y, sin poder contenerse más, estalló:
—¿No deberías disculparte primero por lo de aquella noche?
—Te aclaré todo en ese momento, pero te marchaste directamente en tu coche, y hoy me has incomodado varias veces, burlándote de mí en público.
Su repentino estallido dejó mom