En medio de los comentarios se mezclaban conjeturas maliciosas, mientras los demás guardaban silencio, más interesados en el chisme que en otra cosa.Poco después, alguien anunció que el señor Orellana había llegado, y todos se callaron.
Pensaban que después de darle su tarjeta a Marisela, el señor Orellana bajaría con los otros ejecutivos, pero para su sorpresa, lo vieron sacar una tarjeta de su bolsillo, dejándolos perplejos.
¿Cómo era posible que el señor Orellana aún tuviera tarjeta? ¿Acaso la de Marisela no era suya? ¿O quizás era una tarjeta adicional?
Surgieron varias teorías, mientras tanto, en la planta baja.
Marisela salió del ascensor y se dirigía a la entrada principal cuando vio a dos personas conocidas en la puerta.
Su rostro palideció instantáneamente. Se apresuró a retroceder y presionar el botón del ascensor, cubriéndose la cara con su bolso.
¡Ese loco no la dejaba en paz! ¡Lorenzo la había seguido hasta aquí!
¿Habría usado a la policía nuevamente para rastrearla?
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