Eduardo no parecía una opción probable. Esa mañana ya había aclarado todo con él, y si la información se había filtrado por otros canales, no dudaría en contratar un abogado.Lorenzo no respondió al otro lado, y Marisela solo escuchaba evasivas. Sin paciencia, dijo:
—Si no me lo dices, cuelgo.
Al oír esto, Lorenzo apretó los dientes y finalmente confesó:
—Reporté tu desaparición a la policía, ¿contenta?
Marisela: ...Este hombre está loco.
Ya estaban divorciados, había dejado el lugar libre para Isabella, ¿por qué Lorenzo seguía acosándola como un fantasma?
—Lo nuestro ya terminó. Esta será la última llamada, necesito aclararte algunas cosas —dijo Marisela con frialdad.
—¿Quién dice que terminó? ¡Sin mi consentimiento no te divorciarás! ¡Es imposible en esta vida! —rugió Lorenzo desde el otro lado.
—¿Sigues enojada? Ya hice que Isabella se fuera. Si vuelves ahora, podrás instalarte en tu habitación de siempre y nunca más tendrás que vivir bajo el mismo techo que ella.
—Sé que últimamente