—Isabella es su amiga, pero no sé mucho más —dijo Lorenzo.—Pero ella tampoco nos ha dado ninguna pista —suspiró Lorenzo frustrado.
—Entiendo, seguiré investigando —respondió Aurelio.
Pensó en contarle al señor Cárdenas sobre haber visto al señor Orellana, pero considerando que la señora había sido ama de casa por dos años, probablemente no conocería al señor Orellana. Decidió esperar hasta tener todo claro antes de mencionarlo.
Cuando Aurelio salió, la oficina quedó en silencio. Lorenzo dejó de comer y miró la pantalla de chat con Marisela en su teléfono.
Lamentablemente solo quedaban los mensajes de días recientes; había borrado todo el historial anterior, eliminando incluso sus recuerdos.
Sintió una punzada de dolor y arrepentimiento mientras sus ojos volvían a enrojecerse.
Cuatro días. Habían pasado cuatro días sin ninguna noticia de Marisela, sin saber dónde estaba.
En ese mar de gente, por primera vez entendió lo que significaba buscar una aguja en un pajar. También comprendió cuá