Capítulo 12

Mientras Irene continuaba su andar por el salón principal, sus oídos captaron el murmullo de los nobles y el tintineo de las copas de vino. Su atención se desvió hacia un grupo de esclavos que se mantenían en un rincón apartado de la sala, entre ellos destacaba uno que era distinto, con una mirada aguda y una presencia que no pasaba desapercibida. Era Claudio, el esclavo con dotes de médico que ella había hecho traer de Macedonia por orden del rey.

Irene se acercó a él con pasos decididos, su curiosidad despertada por la misteriosa figura.

—¿Eres tú Claudio? —preguntó con voz firme pero amable.

El esclavo asintió con modestia, sus ojos oscuros brillando con humildad y conocimiento. "

—Sí, mi señora —respondió con cortesía.

Irene sonrió levemente.

—Cladio, me conoces, fui esclava al igual que tú… Soy Irene.

El hombre observó con detenimiento a Irene y luego de un rato, abrió los ojos con sorpresa. Irene sonrió en respuesta.

—Estás aquí y el emperador te agradece su salud —continuó Iren
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