—¡Ay, qué travieso eres! —se escuchó una voz femenina, dulce y coqueta, dentro del baño, lo que hizo que a cualquiera se le erizara la piel.
Para Isabella y su prima Joseffa, la voz sonó como si la persona al otro lado del teléfono no hubiera colgado, sino que hubiera contestado y estuviera escuchando a alguien hablar.
Isabella respiró aliviada. Había una persona ajena en el baño, lo que significaba que no podían seguir hablando de sus asuntos. Le dio una mirada significativa a Joseffa, y ambas se dirigieron hacia la salida.
—¡Ay, ya basta! —seguía actuando Celeste desde el cubículo, sosteniendo su teléfono en una mano mientras alteraba su voz con la otra.
Celeste prestó atención a los pasos que se alejaban cada vez más. Abrió suavemente la puerta del cubículo y pudo ver una silueta familiar dirigiéndose hacia la salida.
¡Era Isabella!
Así que Isabella había inventado una mentira tan grande para evitar ir a la cárcel. ¡No estaba embarazada en absoluto!
¡Habían sido engañados!
Tanto ell