Lorenzo se sentía de buen humor. Arqueó un poco una ceja y sacó su móvil. Teniendo a la chica en su regazo, hizo una llamada a Andrés, para que trajera al jefe de la comisaría al hospital.
Andrés actuó con eficiencia y, en media hora, llegaron al hospital.
Mientras esperaban, Lorenzo tenía a Celeste sentada en su regazo, viendo las noticias financieras mientras ella pasaba el tiempo viendo una serie de televisión. Al principio, a Celeste no le gustaba que él la abrazara así y lo había rechazado anteriormente, pero sus objeciones no servían de nada. Al escuchar que alguien llamaba a la puerta, intentó inmediatamente bajarse de su regazo, pero el brazo que la rodeaba la sujetó con más fuerza. Lorenzo la miró fríamente y le preguntó:
—¿Qué estás haciendo?
—Suéltame, ellos han llegado —dijo Celeste muy avergonzada.
—¿Y qué? Siéntate bien y no te muevas —respondió Lorenzo con expresión serena, pero su voz era dominante.
Celeste se quedó sin palabras. Sentía que no era apropiado que alguien