Dana mentiría si dijera que no era satisfactorio ver al Alfa del Norte arrodillado frente a ella sintiendo la necesidad de complacerla. Eso la hacía sentir poderosa, pero no tanto como la mirada que Kian le estaba dedicando.
En silencio él le alzó el vestido y ella terminó quitándoselo por encima de su cabeza. Kian gruñó suavemente deleitándose con la vista de sus pechos turgentes. Enseguida llevó sus manos cubriéndolos con caricias suaves.
Dana se mordía el labio inferior contemplándolo con ojos entrecerrados de placer.
—Ah, Kian…
Cerró los ojos dificultándole la respiración. Kian cerró su boca cálida alrededor de su pezón chupando y lamiendo a su antojo al mismo tiempo que su mano se deslizaba a lo largo de su vientre llegando a su clítoris por encima de sus bragas.
—Mi dulce Dana, cada día es un infierno lejos de ti —murmuró él con voz aterciopelada pero Dana abrió la boca sin saber qué decir.
El cosquilleo en su vientre se intensificó.
Kian aprovechó su desconcierto para arrancarl