IV. Más dulce que el vino
- ¡Qué hermosa la señorita, parece una modelo! – le dijo una señora gordita que salía de la cocina secándose las manos en el delantal- ¡Evan no me dijiste que era tan linda, con razón estabas tan embobecido!
- ¡Sra. Norma! – interrumpió Evan, avergonzado, mirando a Morag que bajaba las escaleras, con cara de disculpas.
- Míralo tan tímido, nunca te había visto así frente a ninguna mujer – se rio de él sin piedad, la señora que llevaba años trabajando para su familia y le había cambiado hasta los pañales, por eso, a pesar de la crisis económica, nunca pensó en deshacerse de ellos.
Otra de las razones para conservar el viñedo.
Sabía muy bien que el nuevo dueño, seguro, no quería a un par de ancianos trabajándole, pero para Evan, eran más su familia que sus empleados.
- Me puede decir Morag, ese es mi nombre, encantada de conocerla, Señora Norma – la saludó Morag con calidez, le gustaban así, las personas sinceras y directas.
- Morag querida, Evan es un buen chico, solo que tuvo la mala