X. Quiero seducir a ese hombre

Evan enseguida salió de su sorpresa y miró al bebé, ya más calmado, anidando en el interior de la ropa de Morag.

No preguntó mucho los hechos y enseguida fue a buscar el celular para llamar al pediatra que atendía a Bernard y era su amigo cercano.

Al tomar el teléfono, había dos llamadas perdidas de Alma, que él no había escuchado por estar profundamente dormido, y seguido un mensaje corto, donde le decía que necesitaba que se quedara con el bebé unos días, porque ella tenía unos asuntos que atender en una ciudad vecina.

Esa m4ldita mujer, si necesitaba que se quedara con el bebé, podía habérselo traído con tiempo o esperar a entregárselo en sus manos, cómo se atrevía a dejar a su hijo como basura, tirado en el porche.

De solo imaginar que se hubiesen quedado más tiempo acostados, Evan no quería ni pensar en las consecuencias.

Pero esta era la última gota que derramaba el agua de la copa, no le entregaría más el bebé, aunque viniese armando un escándalo, la acusaría de abandono, para
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