XII. Gracias por tan buen servicio
Morag bajó la cabeza y probó de los labios que tanto ansiaba.
Evan le correspondió con la misma intensidad, abriendo la boca y permitiendo el saqueo de Morag, sus lenguas se enredaban, se acariciaban y el beso se profundizaba cada vez más.
Evan acarició con sus grandes manos los muslos al descubierto de Morag, fue subiendo su vestido hasta acunar sus nalgas entre sus manos, moldeándolas y amasándolas, acomodando todo el peso de ella para que su dura erección se rozara con ese punto caliente y húmedo entre las piernas de la pelirroja.
Morag gimió al sentir la dureza de Evan, satisfecha porque él la deseaba y ella estaba muriendo por tenerlo en su interior.
Sus manos vagaban por los fuertes músculos de la espalda de Evan, quitándole la camisa del piyama, queriendo verlo y tocarlo íntimamente.
Evan la dejó hacer lo que quisiera, estaba dispuesto a darle el control, Morag mandaba sobre su cuerpo y él la complacería de todas las maneras posibles.
Las caderas de Morag comenzaron a rozar ade