Mundo ficciónIniciar sesiónPOV: Dante
La vista desde mi oficina siempre ha sido una ventaja estratégica.
Desde aquí veo media Nova Lyra, la lluvia resbalando por el cristal y las luces intentando imponerse al cielo gris. Hoy, sin embargo, no miro la ciudad. Miro mi reflejo en el vidrio, y detrás de él solo hay una palabra dando vueltas donde no quiero que esté:
Omega.
La olí en el lobby antes de ver su nombre en la agenda. La confirmé en el ascensor. Y, aun así, la parte de mí que se gana la vida dudando de todo sigue intentando encontrar otra explicación.
Golpean la puerta.
—Entra —digo, antes de que llamen por segunda vez.
Sofía aparece con una carpeta en la mano, el gesto neutro que usa cuando trae algo que sabe que me importa.
—Como solicitó, señor Noir —dice—. Expediente de la señorita Aurora Vega.
Lo tomo.
—¿Algo que deba saber que no esté escrito? —pregunto.
Duda un segundo. Con Sofía, eso significa que sí.
—Es un perfil poco usual para llegar hasta aquí —admite—. Excelente rendimiento académico, pero sin redes, sin padrinos. Normalmente ese tipo de candidata se queda en procesos menores. O en ninguna parte.
—Pero ella no —respondo.
—Recibió una beca de la fundación interna hace seis meses —añade—. El comité la aprobó por unanimidad.
Alzo una ceja.
—¿Quién presidía ese comité? —pregunto, aunque ya imagino la respuesta.
Sofía baja la vista al primer folio.
—Usted, señor.
Claro.
Recuerdo la reunión: una mesa llena de carpetas, una lista de “casos emblemáticos” para mejorar nuestra imagen social. Una estudiante brillante con una historia incómoda debió parecerme una buena idea. Firmé el documento sin saber que estaba invitando a mi omega a mi edificio.
—Gracias, Sofía —digo—. Eso es todo.
Se retira. Cierro la puerta y giro la llave. Necesito silencio.
Abro la carpeta.
Nombre completo. Fecha de nacimiento. Dirección en un barrio que la ciudad prefiere olvidar. Historial académico impecable. Notas sobresalientes en matemáticas, estadística, economía. Trabajos de medio tiempo mal pagados, becas, deudas.
Informe psicológico de admisión: “ansiedad generalizada en tratamiento, funcional”.
Nada fuera de lo esperado. Los humanos frágiles se sostienen con voluntad; siempre he respetado eso más que la arrogancia de ciertos alfas.
Paso al apartado familiar.
Madre: humana, sin registro de clan. Padre: “no presente”. No hay menciones de linaje, ni de manada, ni siquiera de rumores. Conozco lo suficiente de las genealogías de la ciudad como para saber que ese vacío no es casual.
Algunos huecos son simple descuido. Otros son intención.
Busco lo que no está: no hay exámenes médicos más allá del mínimo, no hay perfil hormonal, no hay notas sobre reacciones extrañas. Sobre el papel, es solo una analista becada más.
Mi cuerpo no está de acuerdo.
Cierro la carpeta. Marco un número que sé de memoria.
Sebastián responde al segundo tono.
—Sí, Alfa.
—Necesito una búsqueda discreta —digo—. Nombre: Aurora Vega. Te envío los datos. Quiero que revises archivos de manadas, registros antiguos, todo lo que no exista para los humanos. Sin dejar rastros.
—¿También clan nocturno? —pregunta, prudente.
Pienso en Elías y en su tendencia a interesarse demasiado en todo lo que se sale de la norma.
—No por ahora —respondo—. Empieza por las manadas. Si hay algo, lo quiero yo primero.
—Entendido —dice.
Cuelgo.
Camino hasta la ventana, bajo del todo las persianas. No necesito ver el plano del edificio para saber dónde está cada piso.
Legal, finanzas, tecnología. Y más abajo, análisis de riesgo.
Ella.
El olor de Aurora sigue conmigo como si la tuviera a un metro. Firma de tinta y miedo contenida en el aire, mezclada con algo que no ha despertado del todo, pero lo hará. Tarde o temprano, los omegas latentes dejan de serlo.
Mi parte racional hace su trabajo: joven, sin clan conocido, sin educación sobre lo que es. Vulnerable. Fácil de confundir, fácil de dañar si alguien decide que es útil para algo más que números.
Mi parte alfa da una respuesta más simple: mía.
Ignoro esa voz.
El ordenador parpadea con un correo nuevo. Andrade.
“Asunto: Primeras impresiones – Vega.”
Lo abro.
“Señor, la nueva analista ya está instalada. Rápida, se ubica bien en las bases, hace preguntas pertinentes. Veremos cómo reacciona con proyectos más sensibles.”
Breve, medido. Andrade sabe que detesto los adjetivos, pero igual se le escapan.
“Más sensibles.”
No hace falta que lo diga: aquí los proyectos sensibles no son solo los que mueven más dinero, sino los que tocan los lugares donde humanos y criaturas se mezclan sin saberlo.
Cierro el correo.
La solución lógica sería apartarla. Dejarla perdida entre históricos y reportes viejos, lejos de cualquier cosa que pueda llamar la atención de gente como Elías o de clanes rivales.
La solución instintiva es mantenerla cerca, donde pueda verla, donde nadie se le acerque sin que yo lo note.
Lógica e instinto llevan años peleándose en mi cabeza. Normalmente gana la lógica. Normalmente.
Un olor distinto se cuela bajo la puerta, cortando la línea de pensamiento. No es humano. Es hierro, noche y una paciencia muy vieja.
Vampiro.
—No estás en tu torre —murmuro—. Eso rara vez significa algo bueno.
Llaman a la puerta. Esta vez no digo “adelante”, pero se abre igual.
Elías entra con la naturalidad de quien se sabe invitado aunque nadie lo haya llamado. Traje oscuro, sonrisa fácil, ojos que lo ven todo y se guardan la mitad.
—Dante —saluda—. Qué reconfortante verte trabajando tan temprano. Me hace sentir menos obsesivo.
Su mirada recorre la oficina. Se detiene una fracción de segundo en la carpeta de Aurora sobre el escritorio. No lo suficiente para que un humano lo note. Demasiado para mí.
—Hoy el aire de tu torre está distinto —comenta, como quien habla del clima—. Interesante. No sabía que dejarías entrar algo nuevo sin avisarme.
Mi mandíbula se tensa apenas.
—La ciudad cambia todos los días —respondo—. Y tú deberías anunciar tus visitas.
Ríe suave.
—Si las anunciara, no serían tan divertidas —replica—. Tranquilo. Todavía no sé qué es. Solo sé que no estaba ayer. Algo cálido, joven… confuso. Huele a promesa. O a problema.
Se acerca a la ventana y levanta un poco la persiana, como si la lluvia le fuera a contestar. La luz gris se filtra sin tocar su piel directamente.
Yo, en cambio, siento cómo una alarma muda se enciende en el centro de mi pecho.
Si él lo nota ahora, con el olor de Aurora apenas asentándose en el edificio, otros también podrán hacerlo cuando despierte del todo. Y no todos van a conformarse con observar.
No quiero a un vampiro aburrido husmeando cerca de mi omega.
Y el tiempo que tengo para mantener su atención lejos de ella acaba de hacerse mucho más corto.
Demasiado corto.







![Idally [#2]](https://acfs1.buenovela.com/dist/src/assets/images/book/206bdffa-default_cover.png)