Cuando el timbre sonó, el murmullo fue instantáneo, sillas arrastradas, mochilas alzadas, voces elevadas, Aileen sacó su lonchera de la mochila, una bolsa de tela con cierre que su abuela le había preparado con esmero, la abrió con cuidado y sonrió al ver el contenido; dos empanadas, el jugo, una manzana cortada en cubos, pero en medio de esa tranquilidad breve, algo la sacudió.
Alguien pasó junto a ella, sin detenerse, sin mirar y la empujó con la cadera de forma intencional, apenas alcanzó a mantener el equilibrio en su silla cuando un papel doblado cayó sobre su mesa. Aileen lo observó con el ceño ligeramente fruncido, el empujón no fue casual, tomó el papel entre los dedos, lo desdobló despacio, la letra era rápida, inclinada, escrita con bolígrafo negro.
"¿También sabes morder cuando no es en defensa propia?"
Alzó la mirada, pero no había señales evidentes de quién lo había dejado, a su alrededor, algunos chicos reían entre ellos; otros caminaban hacia la salida o hacían fila en la puerta, nadie la miraba directamente, excepto él. Leo estaba recostado en su silla, los brazos cruzados, los ojos ámbar clavados en ella como si midiera su reacción al milímetro.
Aileen sostuvo su mirada un segundo, no sonrió, no frunció el ceño, solo dobló el papel con calma, lo guardó dentro del bolsillo de su mochila, y empezó a comer, no le daría el gusto, aunque su corazón sí latía un poco más rápido. Cerca de ella, una chica de uñas pintadas, Madison, se recostó sobre la mesa, mascando chicle como si el mundo le fuera completamente irrelevante, su cabello negro y lacio resaltaba sus ojos verdes.
— Eres valiente... — murmuró, sin mirarla — No muchos le contestan a Masón y sobreviven para contarlo. — Aileen arqueó una ceja.
— ¿El imitador de cerdos? — Madison soltó una risa nasal.
— Ese... — hizo una pausa, luego la miró de reojo — Me caes bien, solo cuida la espalda, aquí las cosas se complican cuando llamas demasiado la atención. — Aileen la observó en silencio ¿Un consejo? ¿Una advertencia? ¿O ambas cosas?
Aileen apenas había dado el segundo bocado a su empanada cuando escuchó un carraspeo artificial justo frente a ella, alzó la vista. Cuatro chicas la miraban como si evaluaran una pieza de arte moderno, con esa mezcla de fingido interés y juicio velado que siempre olía a problema. La que lideraba el grupo no necesitaba anunciar su rol: lo llevaba en la postura, alta, esquelética, con una melena rubia perfectamente planchada que parecía brillar bajo las luces del salón, labios pintados de rojo carmín y uñas acrílicas que parecían garras.
— Hola... — dijo con voz melosa, aunque sus ojos azules apenas disimulaban el veneno — Soy Tiffany, presidenta del comité estudiantil, del equipo de porristas de futbol americano y básicamente de todo lo que importa en este lugar. — Aileen parpadeó, tragó sin apuro.
— Y yo estoy desayunando. — respondió con calma.
Tiffany no se movió, ni siquiera pestañeó, en cambio, giró apenas el rostro y señaló a la chica a su derecha.
— Ella es Sophie... — cabello caramelo, piernas de bailarina, humor de víbora, Sophie le sonrió con superioridad y masticó chicle como si fuera parte de su ADN — La castaña de pecas es Lara, muy aplicada, típica niña buena con un lado oscuro o eso cree... — Lara hizo un gesto con la mano, tímido, sin mucha convicción — Y la de negro es Harper, le gusta el cine raro y tiene tres exnovias. — Harper solo alzó una ceja, no saludó.
Aileen las miró a todas como quien observa un desfile curioso, pero prescindible, luego volvió a bajar la vista a su manzana.
— ¿Quieren algo o solo vienen a recitarme el anuario? — ella no quería amigas y menos como esas.
Tiffany rio, una risa hueca y teatral, pero sus ojos se entrecerraron como si algo en la respuesta le hubiera tocado un nervio.
— Solo queríamos darte la bienvenida, Blackwood es un pueblo pequeño, ya sabes, las cosas corren rápido. — explico la rubia.
— ¿Las cosas? — alzo una ceja para verlas de nuevo.
— Los rumores, las miradas, las etiquetas... — enumeró Tiffany como si hablara de cosméticos — Y tú hiciste una entrada, interesante. — esas cuatro estaban buscando intimidarla.
— ¿Por lo del sonido de cerdo? — dijo Aileen mientras sorbía un poco de jugo — ¿O por el chico que me mandó una nota de primaria? — Sophie resopló divertida.
— Te lo advertimos porque, bueno, sería una lástima que terminaras comiendo sola todos los días. — Aileen sonrió, pero no era una sonrisa dulce.
— No me molesta comer sola, me molesta la comida mala, los malos modales y las amenazas disfrazadas de sororidad. — las mesas cercanas se quedaron en silencio por un latido.
Lara se removió incómoda, Harper esbozó una sonrisa casi imperceptible, Tiffany apretó la mandíbula.
— Qué valiente... — murmuró Sophie — O qué tonta. — entrecerró los ojos.
— Depende de quién escriba la historia. — replicó Aileen.
Justo cuando Aileen se estaba limpiando las manos con una servilleta, Harper, la pelinegra de cabello corto y puntas alborotadas, se acerco a ellas con una sonrisa perversa en los labios.
— Puedes sentarte con nosotras si bajas un poco la grasa de esa barriga... — dijo, señalando su cintura con un gesto desdeñoso — Y claro, si traes las meriendas todos los días, preferimos galletas sin azúcar, pero que sepan a algo. — Aileen giró la cabeza lentamente hacia ella, como si no hubiera escuchado bien.
Harper le sostuvo la mirada, confiada, pero justo cuando iba a responder, una voz chillona le ganó el turno.
— ¡Déjala en paz, novia de Chucky! — gritó una chica desde una mesa cercana, con un tono burlón.
Algunas cabezas se giraron, el comentario voló como una piedra lanzada con precisión quirúrgica, el rostro de Harper se tensó al igual que el de Tiffany, sus ojos se clavaron como cuchillos en la que había hablado, una rubia de cabello corto y ojos marrones, Aileen sonrió con calma, y sin apartar la vista de Harper, tomó un sorbo de su jugo.
— Vaya... — dijo, con dulzura venenosa — ¿Entonces tú eres el comité de admisión a la servidumbre escolar? Qué alivio, pensaba que eran solo porristas. — Harper parpadeó.
— ¿Cómo dijiste? — no pensaban que Aileen les respondería.
— Que no sabía que había que postularse para ser la mascota del grupo, aunque supongo que alguien tiene que cargar las mochilas y repartir las galletas. — respondió Aileen, ladeando la cabeza con teatral inocencia.
Sophie soltó una risita ahogada incomoda, Tiffany la miró como si acabara de romper protocolo.
— Me gusta tu forma... — dijo Madison desde el fondo, levantando la vista de su libro — A los zombies los confundes, no saben si besarte o correr. — Aileen se echó a reír, sincera, clara.
Antes de que Aileen pudiera retomar su desayuno, una figura se plantó junto a la mesa como un vendaval, la rubia de cabello corto, la misma que había gritado "novia de Chucky", se cruzó de brazos y miró al grupito con cara de tedio.
— Circulen... — ordenó — Antes de que les eche sal como a las babosas. — Sophie dio un paso atrás, visiblemente incómoda, Tiffany, en cambio, se giró con furia contenida.
— ¿Qué dijiste, basura reciclada? — la odiaba.
— Que te vayas, Barbie de saldo, antes de que te derritas bajo el sol. — replicó la rubia con calma, Harper bufó.
— Inténtalo, rubia de bote, a ver si tienes lo que se necesita para arrancarme las extensiones sin que termines llorando. — la chica dio un paso hacia ella.
Sus ojos tenían el brillo seco del fuego contenido, no gritaba, no sonreía, solo emanaba una amenaza silenciosa que congeló el aire por un segundo.
— Si me tocas... — dijo, bajando la voz como quien afila un cuchillo — Te juro por mi madre que vas a necesitar una nueva cara y un diccionario, porque lo que te voy a decir cuando estés en el suelo ni siquiera lo vas a entender. — Tiffany parpadeó, Harper la tomó del brazo, empujándola para alejarla del lugar, no sin antes lanzar una mirada venenosa a Aileen.
— Esto no se queda así. — susurro Sophie.
— Ojalá se quede bien lejos. — respondió Aileen con frialdad.
Cuando el grupo se marchó, la rubia se giró hacia Aileen con una media sonrisa.
— No me agradezcas, odio a las plásticas y tú pareces tener cerebro y dientes. — se sentó en la mesa a su lado.
— Tengo ambos... — respondió Aileen, levantando su jugo a modo de brindis — Y empiezo a pensar que este instituto no será tan aburrido. — dio un trago más.
— Soy Chloe Bennet por cierto, aunque aquí me llaman "la maldita", con cariño, claro. — Aileen soltó una risa.
— Aileen, solo Aileen. — Chloe asintió.
— Entonces vamos a divertirnos, solo Aileen. — le guiño un ojo.
Aileen apenas había recuperado el ritmo de su desayuno cuando alguien de la mesa del frente se giró hacia ella, un chico de cabello castaño oscuro, ojos vivos y una sonrisa fácil la observaba con curiosidad divertida.
— Tienes agallas ¿Eh? — le dijo — No cualquiera le planta cara a las víboras del instituto y menos si Masón Grimm está mirando. — Aileen alzó una ceja, masticando tranquilamente su empanada.
— ¿Debería saber quién es? — el chico soltó una risita.
— El chulo oficial del lugar, capitán del equipo de fútbol americano, galán por decreto propio, cree que todas suspiran por él y cuando digo todas, me refiero a cualquier cosa con pestañas. — hizo un gesto hacia la esquina, era el mismo que hizo el sonido de cerdo.
— Qué miedo... — respondió ella con fingido asombro — ¿Y tú eres? — alzo una ceja.
— Thomas... — amplio su sonrisa — Thomas Ortega... — dijo, extendiendo la mano por encima del respaldo de su silla — También soy nuevo en este grupo, pero llevo años en el instituto, me gusta observar antes de actuar y hoy fue interesante. — ella aceptó su apretón de manos sin soltar su bebida.
— Aileen Carter y no fue interesante, fue patético. — Thomas rio con más ganas.
— Bienvenida a Blackwood High, te va a encantar, si sobrevives la primera semana. — Aileen sonrió de medio lado, y pensó que quizás el lugar no era tan terrible, había víboras, sí, pero también había Chloe, Madison y Thomas, y eso ya era algo.
— En esta clase hay de todo, como en un mal documental de Discovery Channel... — le dijo Chloe, con una galleta a medio comer — Por allá... — señaló discretamente con la barbilla — Están las jirafas, los del equipo de baloncesto, míralos, siempre en la puerta como si vigilaran la sabana. — Aileen alzó la vista y notó a los cuatro chicos altos en la entrada, entre ellos Leo, con los brazos cruzados y expresión aburrida.
— ¿Y qué más hay en este zoológico? — Chloe sonrió con malicia.
— Allá está la nutria, Madison... — dijo, señalando a una chica que se reía con la cabeza echada hacia atrás — Siempre está en el agua, o sea, en el chisme y este... — apuntó con el pulgar hacia Thomas, que jugaba con un bolígrafo mientras hablaba con un compañero a su lado — Es el murciélago, sale de noche, aparece cuando nadie lo espera y tiene un radar para encontrar dramas. — lo escucho reírse.
— ¿Y las víboras? — Aileen miro hacia atrás.
— Ah, esas te las presentaron solitas ¿No? — rio Chloe — Las reinas del veneno, cuidado con esas, te muerden sin despeinarse. — Aileen soltó una carcajada, casi escupiendo el jugo.
— ¿Y tú qué eres? — Chloe se encogió de hombros con aire desafiante.
— Un gato montés, probablemente, araño si me provocan, pero también duermo mucho. — Aileen no podía parar de reír, por primera vez desde que llegó, sentía que quizá ese instituto no sería un desastre total.
Chloe se inclinó hacia Aileen con una sonrisa traviesa, pero su voz bajó apenas a un susurro.
— ¿Ya conocías a Leo? — Aileen la miró sin entender.
— ¿Leo? No, es la primera vez que lo veo. — Chloe frunció los labios, pensativa.
— Curioso, ese chico no muestra interés por nadie, jamás, ni por las populares, ni por las nuevas y hoy va y te pasa un papelito... — Aileen arqueó una ceja — Leo no juega con nadie, no habla más de lo necesario, no sé qué hiciste, pero le llamaste la atención. — Aileen bajó la vista al papel todavía doblado en su cuaderno, su nombre no estaba escrito, pero la pregunta seguía ahí, como una chispa encendida.
"¿Siempre muerdes así cuando te provocan, o solo el primer día?"
No podía evitar sonreír, el timbre sonó, arrastrando con su eco los últimos murmullos, todos regresaron a sus asientos, algunos aún con risas disimuladas, preparándose para la clase de Estudios Sociales, Aileen acomodó sus cosas con calma, sacó el recipiente de cubitos de manzana y lo dejó sobre la mesa, la tapa estaba abierta y justo cuando iba a tomar uno, una mano apareció fugaz y robó un cubito sin decir nada.
Alzó la mirada, lista para fulminar a quien fuera, pero se encontró con los ojos ámbar de Leo, que ya se alejaba hacia su lugar con el trofeo entre los dedos y una sonrisa apenas curvada en los labios.
— Robo con violencia. — murmuró ella, sin que él la oyera.
Leo no volteó, pero al sentarse, levantó el cubito de manzana como si brindara en su dirección antes de llevárselo a la boca, Aileen no supo si quería lanzarle el resto del recipiente o esconder la sonrisa que luchaba por asomarse.
El profesor Whitaker saludó con cortesía a Aileen antes de sumergirse de lleno en la clase. Comenzó a hablar con pasión de historia, como si cada palabra le pesara con siglos, escuchó algunas opiniones del grupo, especialmente de los alumnos más participativos, y Aileen se mantuvo en silencio, al principio, pero bastó que uno de los comentarios simplificara una revuelta social a "una pataleta inútil" para que alzara la mano.
— No creo que fuera inútil... — dijo con voz firme, aunque sin sonar desafiante — Fue una forma de resistencia frente a un sistema que los había ignorado durante generaciones. — el profesor arqueó una ceja, interesado.
— ¿Y qué alternativa propondrías tú? ¿La violencia como respuesta a la injusticia? — Aileen no retrocedió.
— No se trata de justificar la violencia, sino de entender de dónde nace, cuando se agotan las vías pacíficas, lo que sigue no es elección, es consecuencia. — la clase se tensó, atenta.
El profesor contraargumentó, cuestionó sus fuentes, empujó su lógica, pero Aileen no cedió, respondía con claridad, hilando ideas, citando nombres, apoyando sus puntos, el debate duró varios minutos y aunque el profesor era bueno, no pudo evitar sonreír al final.
— Vaya, señorita Carter, no todos los días me dan una paliza tan educada. — dijo con tono afable, lo que provocó algunas risas en el salón.
Aileen solo sonrió con discreción y se recostó en su silla, mientras sentía unas cuantas miradas nuevas clavadas en ella, entre ellas, la de Leo. Mientras Aileen comenzaba a buscar su libro, el profesor Whitaker, aún con una media sonrisa en el rostro, comentó con tono casual.
— Con ese tipo de argumentos, no me sorprendería si Aileen vuelve a ganar algún premio de debate en este instituto, quizá hasta cinco más. — Aileen se detuvo un segundo, sintiendo cómo el calor le subía al rostro.
— Seis. — dijo alguien en voz baja y enseguida varias cabezas se giraron.
Ella cerró los ojos un instante, molesta consigo misma por haber reaccionado y fingió que no había escuchado, no le gustaba presumir, mucho menos en un lugar nuevo, Thomas, desde su asiento, la observó con una sonrisa de medio lado.
— ¿Seis premios de debate? — él murmuró hacia Chloe — Ok, eso explica mucho. — pero Chloe, sin apartar la vista de Aileen, añadió en voz baja.
— Campeona de debate, sobresaliente en matemáticas y estudiante de enfermería en su antiguo instituto. — Aileen la vio de reojo intentando descifrar como es que sabia eso.
— ¿Qué hace alguien así aquí? — preguntó Thomas, sorprendido.
— Buena pregunta. — respondió Chloe, pensativa.
El timbre anunció el final de las clases matutinas y como una estampida, los estudiantes se dirigieron hacia la cafetería, el lugar comenzó a llenarse rápidamente; risas, charlas, bandejas que se deslizaban y zapatos chirriando contra el suelo encerado.
Aileen prefirió no formar parte del sistema de alimentación del instituto, en su lugar, compró lo que le apetecía; un emparedado de carne con salsa barbacoa picante, un vaso con fruta fresca y una soda bien fría, no tenía intención de socializar, así que recorrió con la mirada el amplio salón hasta encontrar la mesa más apartada, cerca de una esquina, donde la luz del mediodía entraba tímidamente por las ventanas altas.