Marina
Tenia un poco oxidada mi técnica de nado, pero algo recordaba y para ser sincera no pretendía recorrerme el lago subterráneo a nado como una profesional. Pretendía disfrutarlo y opté por ir a braza, despacio y disfrutando de la belleza que me brindaba la naturaleza ante mi. Me recorrí dos pequeñas cuevas de agua gélida, pero a base de nadar poco a poco se me fue quitando el frío que sentía que me devoraba la piel. No tardé mucho en introducirme por una gruta la cual su entrada era peculiarmente estrecha, nada me hacía pensar que era seguro la más bella del lugar. Sus paredes debido a la poca luz que le llegaba eran oscuras, apenas con algo de luz, y el agua de un azul oscuro que inquietaba, pero como siempre yo no le tengo miedo a nada (nótese el sarcasmo…). El máximo éxtasis fue cuando dejándome llevar me puse a flotar en el agua boca arriba mirando al techo y entonces un espectáculo de luces explotó en mis ojos. Y me emocioné con tal belleza.
Escucho nadar detrás de mi y me i