La fiesta de Los Laureles era un torbellino de risas, música y alegría. El parque, iluminado por guirnaldas de luces cálidas y velas ecológicas, se había transformado en un oasis de bienestar y celebración. Alex y Laura, con la satisfacción irradiando de sus rostros, se movían entre la multitud, saludando a invitados, compartiendo anécdotas y brindando por el éxito que superaba todas las expectativas. La banda de jazz y acústico había dado paso a un grupo con más energía, que ponía a todos a bailar con ritmos alegres y motivadores. El aire vibraba con la euforia del momento.
Laura, con una copa de vino orgánico en la mano, se acercó a Alex, quien estaba enfrascado en una conversación con una periodista de renombre. “Esto es increíble, Alex. ¡Mira a toda esta gente! Realmente lo logramos”, exclamó Laura, con los ojos brillando de emoción.
Alex le devolvió la sonrisa, su corazón desbordado de orgullo. “Sí, Laura. Es el resultado de mucho esfuerzo y pasión. Cada persona aquí es una prueb