Laura sintió el suave murmullo del avión elevándose, y con su corazón latiendo al ritmo de la emoción, miró por la ventana mientras la ciudad que había conocido durante toda su vida se desvanecía en la distancia.
Cada nube que atravesaba representaba una parte de su antigua vida, desdibujándose mientras se acercaba a su futuro.
En el vuelo, la mayoría de los pasajeros parecían absortos en sus propios mundos. Algunos leían, otros dormían, y algunos hacían planes en sus laptops. Pero Laura no podía concentrarse en nada más que en lo que estaba a punto de comenzar. Tres horas y media hasta su nuevo hogar, una ciudad que solo conocía a través de fotos y relatos de los amigos que habían hecho el viaje antes que ella.
Un repentino aviso por el altavoz la sacó de sus pensamientos: “Señores pasajeros, sobrevolamos las montañas de los Andes. Les recomendamos ajustarse los cinturones y disfrutar de la vista”.
Laura se inclinó un poco hacia la ventana, maravillándose ante la majestuosa vista qu