Laura se aferró con fuerza a su teléfono, sintiendo el pulso acelerado en sus manos. Sabía que no podía postergar más la decisión de pedir ayuda. La amenaza era real y la oscuridad que rodeaba Los Laureles solo aumentaba con cada nueva revelación.
Respiró hondo y marcó el número de emergencias. Sofía, Marta y Carlos la observaban en silencio, conscientes de que aquella llamada podría cambiar el rumbo de su vida.
“¿Emergencias?” —contestó una voz masculina del otro lado de la línea.
Laura tragó saliva.— “Sí, necesito hacer una denuncia urgente. Estoy siendo acosada y creo que puede haber una conexión con un caso de fraude ocurrido hace años.”
El agente de policía le pidió detalles, y Laura relató con precisión cada evento: la carta misteriosa, la llamada amenazante, el pasado turbio de Los Laureles, los nombres de Julia Méndez y Clara Acosta, y el presentimiento constante de que alguien la vigilaba.
“Vamos a enviar una patrulla a su domicilio” —informó el agente—. “No salga ni tome dec