66. Duerme conmigo esta noche, Kira Raleigh
Cuando Jack abrió la puerta y la descubrió semidesnuda, sobre la cama, en la posición que le había pedido y con el trasero rosadito y respingado, no pudo evitar gruñir una maldición y sonreír por lo terrible y complaciente que esa mujer podía ser.
— Joder, Kira, eres irreprochablemente cautivadora — le dijo bajo el umbral de la puerta, y comenzó a deshacerse de los botones que le restaban de la camisa a medida que se acercaba hasta ella.
Cuando estuvo a una buena distancia del pomposo trasero, le dio una pequeña nalgada y ella se mordió el labio al tiempo que lo miraba con una sonrisa por encima del hombro.
— Hola, señor Akerman — musitó largamente.
Jack se deslizó la camisa por los hombros y la dejó caer al suelo, después clavó una rodilla en el colchón y se inclinó para besarle los labios.
— Hola, señorita Raleigh — contestó él, seductor, contra la boca fémina de la jovencita —. Me encanta tenerte así.
— Lo sé — replicó ella con una sonrisa orgullosa, y separó un poco más las pierna