25. Celos posesivos
El martes y miércoles volvió a recibir tulipanes blancos en su oficina.
Sonrió como una quinceañera y se puso roja hasta los poros. Los ramos, además de preciosos, eran tan grandes que apenas y tenía espacio en su escritorio para ellos.
Allí los dejó y guardó las notitas en un cajón.
En las del martes él escribía: “Mereces flores….”
Y las del miércoles era simplemente un: “…. Todos los días”
Esos días fue más productiva que nunca y Jack lo notó, incluso se tomó un par de selfies que además de salir preciosísima, las subió a sus redes sociales como si en vez de flores le hubiese regalado unos pendientes valorados en un 1 millón de dólares.
Akerman deslizó varias de las fotografías y no pudo evitar sonreír; Kira Raleigh era simplemente una mujer excepcional, y le parecía increíble lo cálida y sencilla que podría llegar a ser sin proponérselo. Entendía por qué Harry la apreciaba tanto, y su abuela, que desde entonces, cada vez que lo llamaba, preguntaba por ella.
Por la tarde, la escuchó