24. Un gesto de confianza
Sus mejillas estaban levemente sonrojadas cuando salió de la oficina de Jack y Sophie la miró como si se estuviese volviendo completamente loca.
— Señorita Raleigh, la estaba buscando, creí que… — señaló con un dedo su oficina, arrugó la frente y después negó con la cabeza, confundida — olvídelo. Aquí están los documentos que me pidió.
— Gracias, Sophie. ¿Te puedo pedir de favor que los dejes en mi escritorio? — le pidió amable — Voy contra el tiempo.
— Por supuesto.
En el ascensor todavía sentía que sus terminaciones nerviosas estaban sensibilizadas al máximo, así que se mesó el cabello y tomó una urgente bocanada de aliento para entonces reír como una chiquilla.
Los encuentros con Jack cada vez eran más ardientes, intensos y primitivos; arriesgados en toda la extensión de la palabra. Y si era sincera consigo, le gustaba, Dios, y tanto que sí. Ese hombre tenía el poder de hacer con ella una masa moldeable de su absoluto antojo.
¿Peligroso? Sí. ¿Iba a detenerlo? Quizás luego… ahora so